Wonderland

La reciente historia de Venezuela ha estado marcada por un prolongado y violento gobierno militar que ha causado sufrimiento, represión, terror, censura y violaciones a los derechos humanos. En este contexto, el arte y la fotografía han emergido como formas de expresar la violencia vivida, combinando lo estético, lo político, la historia y la memoria.

El Dictador se presenta como encarnación de lo perverso y deshumanizado, generando miedo y desconcierto. Su maldad entrelaza la realidad, afectando el inconsciente colectivo. La búsqueda inconsciente de satisfacción y goce del Dictador se manifiesta en la repetición de mensajes que explotan las necesidades emocionales de una Nación desmoralizada.

El Dictador se autodenomina Prócer y Libertador, empoderándose para llevar a la sociedad a lo impensable: la violencia como respuesta a reivindicaciones. Profana tumbas, practica rituales primitivos y socava la historia y tradiciones nacionales, revelando su perversidad.

La Revolución, bajo el Dictador, avanza con una estética desorganizada y violenta, atacando la cultura, anulando medios y violando la libertad de expresión. La iconografía oficial refuerza su epopeya y simplifica un mensaje complejo para mantener el control ideológico. Este relato destaca la barbarie, la falta de valores y la enfermedad de una sociedad sumida en tiempos demenciales.

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